Si hacemos un ejercicio de empatía no tenemos mas remedio que
rendirnos ante el coraje y la valentía de esta mujer que tuvo que afrontar un
conjunto de situaciones que ya hubieran querido, con tan solo imitarla, muchos
hombres que se hubieran encontrado en los mismos escenarios.
Está extendida por casi toda la historiografía sobre el
personaje que fue la “Primera mujer Almirante española”. Isabel Barreto nunca fue
Almiranta por mucho que la historia la quiera situar en esa posición, sin
pretender sustraerle el mérito de su empresa cuando en 1595 inició el viaje,
que fracasó, con su esposo Álvaro de Mendaña a las Salomón y logró arribar,
como “La Reina de Saba”, al puerto de Cavite en Filipinas con su maltrecho
navío “San Jerónimo”. Tal vez la única Almiranta real de la historia antigua
fue Artemisa, la que aconsejó al persa Jerges, que no la escuchó, que los
Dardanelos era un mal lugar para combatir a los griegos.
Era costumbre de la época utilizar nombramientos rimbombantes,
y así estaba instituido, para designar a los prohombres que por sus gestas
habían conseguido glorias que se proyectaban en los grandes hechos de la corte.
Había Capitanes Generales, Almirantes etc: General Mendaña o Almirante Lópe de
Vega. Y un ejemplo conspicuo: Colón, se le nombró Almirante por su gran gesta,
un título honorífico ya que este nunca participó en ninguna gesta naval de
carácter bélico.
Si pretendemos creer que en aquella época, y en otras
también, una mujer que se enfrenta a una masa de hombres, inmersos todos en
unos medios hostiles, como puede ser un galeón y la mar, va a ser un alma
misericordiosa que asume el desequilibrio de las fuerzas físicas entre ella y
sus acompañantes masculinos, estamos en un error. Esta mujer, investida, eso
sí, de un carácter hombruno, despótico, autoritario, etc (por razones de
supervivencia no podía ser de otra manera) tuvo las suficientes agallas como
para enfrentarse a una situación que le sobrevino por las circunstancias y tuvo
que afrontarlas de la única forma posible para poder llevar a cabo la empresa
que empezó. Otra cosa es su capacidad para abusar de la autoridad, dado su
rango, que en muchos trabajos sobre el personaje se describen: no duda en
acaparar víveres para su provecho: aceite, carne, e incluso se afirma que
lavaba su ropa con agua dulce mientras a bordo la gente hacía gachas con agua
salada para mal alimentarse, moría de sed y escorbuto. Así lo cuenta el piloto
mayor: “La paz no era mucha, cansada la gente de la mucha enfermedad y poca
conformidad. Lo que se veía eran llagas, que las hubo muy grandes en pies y
piernas; tristezas, gemidos, hambre, enfermedades, muertos, con lloros de quien
les tocaba; que apenas había día que no se echasen la mar uno y dos, día hubo
de tres cuatro; fue de manera, que para sacar los muertos de entre cubiertas no
había poca dificultad. Andaban los enfermos con la rabia arrastrados por lodos
suciedades que en la nao había. Nada era oculto. Todo el pío era agua, que unos
pedían una sola gota, mostrando la lengua con el dedo, como el rico avariento a
Lázaro. Las mujeres, con las criaturas en los pechos, los mostraban y pedían
agua, todos a una se quejaban de mil cosas. Bien se vio aquí el buen amigo, el
que era padre era hijo, la caridad, la codicia la paciencia en quien la tuvo,
se vio quien se acomodó con el tiempo con quien así lo ordenaba.» Es decir, con
Dª Isabel, que habiendo puesto las llaves de la despensa en manos de un criado
de su confianza, lo escatimaba todo más de lo necesario, era larga en gastar
para sí en lavar con agua dulce la ropa”… “que tiene agua de sobras no ve que
el agua de los demás sea un caldo lleno de cucarachas podridas» respondiendo
las observaciones: “¿De mi hacienda no puedo hacer yo lo que quiero?”.
No tenía desperdicio.
En este periplo marcado por el fracaso de las Salomón,
(descubiertas hacía 27 años por su esposo) con el fin de colonizarlas y que
levantaron murmuraciones contra Mendaña entre las tripulaciones al no lograr
encontrar las islas, llegan a las de
Santa Cruz en el mes de septiembre, en donde se quedan creando las
infraestructuras de la programada colonización. El Adelantado cae enfermo y
sabiendo que va a morir hace testamento: “Nombro a Doña Isabel Barreto, mi legítima
esposa, gobernadora y heredera universal y señora del título de Marquesado que
del Rey Nuestro Señor tengo” así fue Gobernadora; y Almiranta, por la muerte
de Lorenzo, uno de sus hermanos, a consecuencia de las heridas de una flecha, que
yendo como Piloto Mayor fue ascendido a Almirante ( algunos autores lo
mencionan como Capitán General, no había problema) siguiendo el testamento dictado.
Cuando ella asume el mando de aquella aventura con un Maese de Campo
conflictivo, Pedro Marino Manrique al que se le dio muerte a instancias de
Isabel y como Piloto Mayor Fernández de Quirós, y con el que mantenía una
dudosa relación cordial, nada le impidió proseguir rumbo a Filipinas a pesar de
estar inmersa en una mar agresiva, un navío insalubre, mal calafateado, atacado
de broma y escaso en todos los sentidos, porque de los cuatro barcos que
salieron del puerto del Callao en esta expedición todos se perdieron excepto el
suyo, el “San Jerónimo”, un galeón de 150 toneladas. En donde la gente
muere ajusticiada o por enfermedad , se
exhiben cabezas cortadas y con una tripulación propensa al motín a las primeras
de cambio (“Felipe II había escrito al
marqués de Cañete, Hurtado de Mendoza, con el que viaja la familia Barreto
desde España a Perú e Isabel formando
parte del séquito de su esposa, que una
buena solución para sanear el Perú sería enviar a toda la gente haragana, que
pululaba por el Virreinato, a la expedición de Mendaña")…(”y se dieron al
descubridor facilidades para el armamento de navios recluta de gente, con cuyo
alejamiento ganara la tranquilidad del Perú”) en donde hay insubordinaciones, rivalidades entre mandos y
gente de guerra y mar, asesinatos y traiciones, en un viaje que conlleva
enfrentamientos y muertes con nativos de las islas descubiertas. Este valor no
se le puede negar, un valor expuesto y que otros Almirantes de la historia no
supieron o no pudieron demostrar. Pero elevarla a los altares del almirantazgo
español como su Primera y única Almiranta no deja de ser una ingenuidad
histórica. Por supuesto que este tipo de almirantazgos y otros oficios de
carácter militar no tienen nada que ver con lo que un generalato de la Armada
significa actualmente. El de la Barreto no se promovió como consecuencia de un
proceso institucional iniciado por el Rey, es decir: "caudillo de todos los
navíos que son para guerrear, también cuando son muchos ayuntados en uno, que
llaman Flota, como cuando son pocos, que dicen Armada", de las
Siete Partidas; o la cabecera de la Administración de Justicia en la materia de
"los fechos de la mar", "en las puertas de la mar" como
Pérez Bustamante describe. Más bien se trata de un nombramiento accidental a la
señora como consecuencia de una situación muy puntual, una aventura a la que
desde luego le echó bemoles en la empresa que le tocó lidiar, en donde también
hubo sus intrigas amorosas de las que ella misma no estuvo ausente. Isabel, de
experiencia y conocimientos náuticos tenía los justos para andar en un barco y
de estrategia naval ninguna, tan solo disponía de su cultura, su carácter y su
arrojo, que no es poco y que fueron decisivos ante la debilidad manifiesta en
muchas ocasiones por el propio Mendaña y que el escritor Robert Graves en su
“Las Islas de la Imprudencia” lo acentúa especialmente.
Adelantado. Persona a quien se confiaba el mando de una expedición marítima,
concediéndole de
antemano el gobierno de las tierras que descubriese o
conquistase. No todos los Adelantados, ni navegantes fueron almirantes a pesar
de las grandes gestas de muchos de ellos.
almirante:(Tesoro de la Lengvua
Castellana, o Española).
“Título grande en España, en
Francia y en Inglaterra. Dice León el Africano que esta palabra es
arábiga y vale a capitán general de la armada. “No discrepan mucho desto los
que dicen ser vocablo púnico o africano, en cuya lengua, amiras vale
tanto como príncipe”. Antonio Nebrija dice: «Almiralle en
arábigo, interpretatur Rex». Los más autores tienen por opinión ser nombre
griego, corrompido de almirarchos, compuesto de αλμη, aqua salsa, y
αρχος, prínceps. Y no falta quien diga ser tomado de otro nombre griego
μυριαρχος, myriarchus, que vale tanto como el que preside sobre diez mil
hombres, y tómase este número determinado por una gran multitud; de modo que
añadiéndole el artículo arábigo, dirá almyriarcho y, corrompido,
«almirante» el que preside en la mar”. En Castilla esta figura surge durante el
reinado de Fernando III al preparar su flota para sus campañas militares y aquí
aparece como primer Almirante: Ramón Bonifaz, sí como efectivo, aunque no de
forma nominal (Pérez Bustamante). Sin embargo Alfonso X designará
Almirante Mayor de la Mar a Roy López de Mendoza, este y los sucesivos eran
personajes de alto linaje. Después llegan los Enríquez con Alonso, en 1405, que
acapararían este oficio con carácter hereditario hasta que Felipe V, en 1705,
destituye a Juan Tomás Enríquez. Se puede afirmar que desde el tercero de los
Almirantes, Alonso Enríquez, todos tenían carácter meramente nominal
proporcionándoles ingresos y rentas propios de un alto estadio en los círculos
cortesanos.
Islas de Santa Cruz |
Fuentes : Robert Graves, Instituto de historia y cultura
naval, Pérez Bustamante, Burguera Nadal, A. Lapierre
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