Sin lugar a dudas es
cierto que hasta entrados en el siglo XVIII no se configura lo que habría de
ser la auténtica Armada española, hasta entonces, efectivamente, se constituían
armadas pero a base de buques de la flota comercial a través del impuesto de avería,
como ocurría en el área atlántica en la Edad Media o contratación por el sistema
de asientos en la mediterránea. La excepción se hizo con el reino de Granada en
donde los navíos eran propiedad del Rey. La génesis de estas armadas surge en
el seno de la Marina Comercial, Civil o Mercante, como se quiera; un hecho poco
reconocido dentro de la historiografía náutica en donde, lo repito una vez más,
predomina el concepto “MARINA” como el más universal aplicado a la Armada. A lo largo de la
historia la gente de mar, esa que desde los albores de la historia se aventuró
en la navegación marítima, fue evolucionando, adaptándose a las necesidades del
momento, participando en acciones netamente de defensa de sus intereses o
impuestas por mandato superior. Arma sus embarcaciones contra la piratería, el
corso o la misma rapiña. Con el tiempo los pueblos se van conformando en
entidades con personalidad propia, diferenciados unos de otros y a su vez
constituyendo sus infraestructuras defensivas, así, poco a poco se van formando
las armadas que finalmente derivarían en lo que es actualmente nuestra Armada,
no nuestra Marina.
Foto de Wikipedia
Estos días pasados
han aparecido en los medios de comunicación nacional e internacional noticias
relacionadas con la aparición en la playa de Streedagh Strand de las costas irlandesas de restos del navío
mercante “La Juliana”, un gran barco de 850 toneladas construido en Barcelona
en 1570, perteneciente a Juan Arnau Palau, un destacado comerciante de Mataró, capitán
y propietario,que hacía comercio entre España
e Italia, su nombre original era “Santa María, Santiago y Santa Clara” y
casi siempre se la renombraba como “La Juliana”, fue requisado en Palermo en 1586 al que se le
armó con 35 cañones para formar parte, por orden de Felipe II, de la Gran
Armada. A causa de un temporal, el 21 de Septiembre de aquel 1588, en una sola
hora, naufraga junto con los “La Lavia” y “Santa María de Vison” cuando
intentaban fondear precipitándose unos navíos contra otros a causa del tremendo
oleaje reinante. El valor que le dio su propietario fue el de 40.000 ducados, que nunca pudo
recuperar. En esta playa hay un pequeño monumento en forma de barco en memoria
del naufragio de estos tres navíos españoles. Irlanda en aquella época, a causa
de la presión inglesa, adolecía de muchas materias primas para el sustento de
sus nativos y los naufragios proporcionaban medios para paliar su hambruna, tal
vez ello propició que se precipitasen sobre nuestros hombres, según
declaraciones de uno de los supervivientes, Francisco de Cuéllar, capitán de otro
barco que naufragó, el “San Pedro”.
Este es un testimonio más de como nuestra Marina Mercante
tuvo participación activa en conflictos bélicos y como nuestros hombres también
se dejaron la piel en aquellos eventos. Evidentemente, una vez más, los
monumentos, los recuerdos, se quedan fuera de nuestras fronteras. Tristemente
todo ello forma parte de la incapacidad de nuestra querida España para
reconocer su realidad marítima.
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