Considerando el concepto de “poder
naval” como el conjunto de industrias navales, marina de pesca, marina mercante
y marina militar, en el siglo XVI España mantenía todo su esplendor. En el
siglo siguiente todo se fue al garete. Si el comercio marítimo decae, no tiene
sentido una armada que proteja sus flotas mercantes, como le ocurrió al
ministro francés Colbert cuando creó una marina militar que, según la doctora
en historia Guadalupe Chocano Iglesias, rápidamente se volvió decadente. Esa
fue la tendencia del siglo XVII.
Desde un punto de vista económico el
siglo XVII fue nefasto en la historia de España, aunque paradójicamente en las
artes y las letras no fue así, el Siglo de Oro se mantenía presente. Había un
imperio decadente en el que se hacía lo imposible por conservarlo, como afirma Modesto
Lafuente, autor de la Historia General de España Reinaban los Austrias Menores y no se puede
decir que hubiera alguno de ellos que se preocupara con responsabilidad de
gobierno por la situación del país. Si no eran débiles de carácter lo eran de
salud o abúlicos, amantes de deportes y
caza pero relajados de sus obligaciones de gobierno y por comodidad o forzados
por su falta de bríos las pusieron en manos de
sus validos: Duque de Lerma, Conde duque de Olivares, Juan José de
Austria, que cogieron las riendas del poder y lo administraron a su libre
antojo. Fue, precisamente el Conde duque de Olivares el que tomando represalias
contra los ingleses y holandeses por los continuos ataques a las flotas de
Indias prohíbe todo comercio con estos países a los que más tarde añadiría Francia y países protestantes y se empeñó en
acabar con la navegación comercial holandesa en España creando un Almirantazgo
totalmente ineficaz que no sirve para proteger la libre navegación de nuestros
mercantes. El poco comercio exterior que había quedó hecho un espejismo
habiendo economías como la gallega, que se vieron resentidas gravemente por
todo esto, por las acciones piráticas y de corsarios y por los impuestos .Por
otra parte, los ingleses, dueños de las rutas marítimas desde finales del siglo
XVI, no dejaron de entorpecer la navegación de nuestros pocos barcos en sus
viajes con el norte de Europa. Aquel Almirantazgo brilló por la total carencia
de eficacia que redundaría en una ausencia total de confianza por parte de los
mismos mercaderes y, como no podía ser de otra forma, la gestión marítima con
disposiciones sobre construcción naval y estímulos a la navegación se convirtió
en papel mojado, la flota mercante languidecía inevitablemente empobrecida
(sin embargo, según José Luis de las Heras Santos, gracias a las universidades de mercaderes, que
como corporaciones gremiales que eran, pudieron, en las plazas marítimas,
activar la conservación de puertos y la creación de escuelas de navegación y
pilotaje). Lo contrario de las marinas de guerra inglesas y holandesas que
gracias a sus buenas marinas mercantes se podían abastecer de ellas en casos de
conflictos bélicos. Por tanto, si no había comercio exterior tampoco había
marina mercante. Ese era el cuadro que se exhibía en aquella época.
Gracias a los conflictos internacionales
e internos, rebeliones, políticas pacifistas, regresión demográfica…la
decadencia se aceleró y España cayó en un pozo sin fondo con escasas luces de
recuperación. Cervera Pery escribe en su MARINA MERCANTE Y ARMADA:
ANÁLISIS DE UNA INTERRELACION: “A principios del siglo XVII Tomé Cano (*)
apunta que en la Marina Mercante "todo se ha consumido y apurado como si
de propósito se hubieran puesto ello". Razonamiento agravado sobre todo en
los reinados de Felipe III y Felipe IV, en que reducida la nación a un comercio
corto y pasivo, fueron cayendo en desuso
todas las disposiciones encaminadas al fomento de la navegación y construcción
naval y sólo se mantendrá débilmente el privilegio de preferencia de carga para
los buques españoles sobre los extranjeros, privilegio ineficaz por otra parte,
pues apenas había barcos cargadores que pudieran disfrutarlo”. Con Felipe III
se establecen las Ordenanzas para las Armadas del mar Oceano y flotas de Indias
(1606) que, como dice la profesora Magdalena Pazzis: “…supuso un punto de arranque de
medidas encaminadas a la mejora de la situación y condiciones de los Pilotos y
Capitanes…” Había preocupación por la deficiente preparación de estos y hubo un
propósito para darles buena instrucción. Los enfrentamientos con Holanda y sus
aliados dieron al traste con todas estas buenas intenciones.
(*)Tomé Cano era natural de Garachico (Tenerife). Fue Capitán Ordinario
del rey Felipe III. Su labor fue muy destacada en lo tocante a la construcción
naval. Con sus 54 años de navegación adquirió una gran reputación. Vivió en
Sevilla en donde ostentó la plaza de Diputado de su Universidad de Mareantes.
Se preocupó por lo marítimo y sus gentes, al rey pidió gracias y exenciones
para calafates, carpinteros, marineros y Pilotos “ porque a la gente de mar
había que alentarla”. Su obra destacada sobre la construcción naval fue “ARTE
PARA FABRICAR, FORTIFICAR Y APAREJAR NAOS DE GUERRA E MERCHANTE” que dedicó al
almirante Diego Brochero, fue considerada “la primera forma de fabricar
reducida a reglas que hasta la fecha se había inventado y que la hallaban
cierta y verdadera y como de persona de tanta experiencia en el arte de
navegación”
El poder español sobre Hispanoamérica no se
podía sustentar. Inglaterra, Francia y Holanda permanecían constantemente al
acecho de cualquier debilidad de la corona, y había muchas. Reinando Felipe IV,
en 1628, se produjo uno de tantos hechos que se repetirían a lo largo de aquella época: la flota de Nueva España con un
cargamento de metales preciosos que se valoró en cuatro millones de ducados fue
capturada, frente a la bahía de Matanzas (Cuba), por el pirata holandés Piet
Heyn. Así, con estas hazañas y otras parecidas, los holandeses llegaron a
pensar que Hispanoamérica era suya.
Durante el reinado de Carlos II “El Hechizado”,
el más débil de salud y con menos luces por culpa de la consanguinidad, gracias
a algunas ayudas se produjo una incipiente recuperación de la Marina Mercante y
del comercio,. No obstante este comercio, y sobre todo el exterior, no dejó de
ser deficitario, el comercio colonial estaba en manos extranjeras. La situación
de la Casa de la Contratación era de máxima decadencia, en franco descontrol;
el fraude a la orden del día gracias a la gran presión fiscal impuesta (almojarifazgo
de Indias, avería…).La bahía gaditana era un foco abierto de contrabando. En un
totum revolutum que encerró la gran crisis que existía: política, social,
económica y demográfica, se encierra el gran secreto de esta depresión. La
escasez de Pilotos era evidente, se contrataba a extranjeros y según ciertas
ordenanzas se pedía que, salvo en caso justo, no se les debería despedir. Es en
este reinado cuando en 1681, por Real
Cédula y a instancia de la Universidad de Mareantes, financiado por los
impuestos sobre los viajes de buques mercantes en la carrera de Indias, se crea
el Real Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla para la formación profesional
de los Marinos Mercantes: “… para que se recojan a los muchachos pobres
naturales de estos reinos y en él sean educados en el arte del Pilotage,
Artillería y Marinería, para que así haya en abundancia gente de mar,
Artilleros y Pilotos expertos”. Pilotos que por supuesto tripularían también
buques de guerra.
Colegio de San Telmo |
Los objetivos de estos Austrias no eran
otros que controlar el patrimonio de
las dos casas austriacas, de la Iglesia católica intocable en lo tocante a sus
intereses y la defensa militar del monopolio comercial con América.
Lamentable
era el estado de la Armada en esta época de finales del XVII que estaba formada
por múltiples armadas de carácter eventual, según las circunstancias. Los
piratas eran tan devastadores como los huracanes. Durante la última década de
este siglo XVII las flotas de Indias dejaron de salir con la regularidad que
antes tenían, tanto es así que solo hubo siete salidas en un periodo de nueve
años, desde el 1690 a 1699 y ya, mas tarde, la guerra de Sucesión provocaría su
interrupción.
En 1700 la situación no es que fuera boyante
porque de las mercancías que se embarcaban para América tan solo el 5% eran
españolas. "Los armamentos navales de este período, Dios sabe cómo
se hacían y proveían, pero no es misterio que bajo la presión abrumadora de las
circunstancias se prefieran en bajeles, los muchos a los buenos. De aquí la
precipitación con que se lanzaban al mar, sin elementos para resistir su
embate; de aquí las levas de gentes refractarias a su servicio tan opuesto a
sus hábitos, en reemplazo de marineros que la costa despoblada no proveía; de
aquí también que sin conocimiento de aptitudes, se otorgara como merced a
pretendientes o andantes en Corte el mando conseguido por favor, y de todo ello
el conjunto más lastimosos que haya tenido nunca el nombre de Marina"
Con las firmas de tratados con
Holanda, Francia e Inglaterra, la presencia extranjera en nuestros territorios
de ultramar propició el comercio europeo pero a su vez el germen del
contrabando se hace cada vez más pronunciado
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